lunes, 20 de marzo de 2017

6to. año SIGLO XVIII FRANCÉS.

      CARACTERES GENERALES DEL SIGLO XVIII FRANCÉS.-  Durante el siglo XVIII, Francia ejerce la hegemonía cultural de Europa; por lo tanto es en ese país donde debe ser estudiada especialmente esta época.
El siglo XVIII procede del XVII y al mismo tiempo que continúan algunas de sus tendencias, significa fundamentalmente una violenta reacción contra él.
Estudiaremos comparativamente los caracteres de ambos siglos.
El siglo XVII es cristiano y monárquico. La literatura está al servicio de las instituciones. Es una literatura centralizada en la Monarquía: Luis XIV, Versalles. Es una literatura cristiana, espiritualista y moral. Es al mismo tiempo, aristocrática y mundana. Es una literatura impersonal y objetiva, disciplinada, sometida a las reglas estéticas, recogidas por Boileau, en su “Arte Poética” (1674). Tal es el clasicismo moderno o el clasicismo francés, característico del siglo XVII, que ha sido definido como el equilibrio entre la razón y la verdad, entre la verdad y la belleza: “Solo es hermoso lo verdadero; solo lo verdadero es amable; lo bello es lo razonable; lo razonable es lo real” (Boileau). El ideal artístico radica en la imitación de la naturaleza, según la clásica definición de Aristóteles. Debe lograrse la naturalidad y claridad en los conceptos, en el estilo y en el lenguaje. La producción literaria sigue a los modelos clásicos greco-latinos; los poetas antiguos, más próximos a la naturaleza, son quienes la han comprendido mejor. Sin embargo, no se hace de los antiguos una imitación tan servil como en el Renacimiento, porque se les adapta a lo nacional.
El Siglo XVIII significa una revolución en el plano de las ideas con respecto al siglo anterior. La literatura adopta una actitud militante: en nombre de la soberanía absoluta de la razón ataca todas las creencias tradicionales y pretende reformar o destruir todas las instituciones de la época. El centro literario ya no es Versalles, sino París: los salones y los cafés literarios. Es una literatura irreligiosa. El racionalismo destruye el equilibrio clásico entre la razón, verdad y belleza. Se afirma la primacía absoluta de la razón; ni la esfera de la fe, ni la de la tradición están libres de su predominio. Lo ideal artístico aparece desplazado por el espíritu científico y filosófico. El prosaísmo domina todas las manifestaciones literarias. La lengua se intelectualiza; se amolda a las exigencias del pensamiento filosófico y pierde el sentido del matiz. El fondo predomina sobre la forma. Se tiende a lograr una precisión casi algebraica en la expresión de las ideas. “El estilo – dice Buffon- no es más que el orden y el movimiento que se pone a las ideas”.
La literatura del siglo XVIII desprecia a los antiguos. Como consecuencia de la creencia en el progreso, se ataca la tradición clásica antigua. Se toma como modelos a los autores del siglo anterior, es decir a los clásicos modernos. Expresa Voltaire: “Todas las tragedias griegas me parecen obras de estudiante en comparación con las sublimes escenas de Corneille y las perfectas tragedias de Racine”. Voltaire defiende la aplicación de las reglas literarias; admira a Boileau, el preceptista del siglo XVII, y menosprecia a Shakespeare y al teatro español de la edad de oro.
En síntesis, pues, la literatura del siglo XVIII, revolucionaria en el aspecto filosófico, es conservadora desde el punto de vista literario, ya que respeta las reglas clásicas y se inspira en los modelos del siglo precedente. Tal es el neo-clasicismo, tendencia literaria característica del siglo XVIII.
Ahora bien, independientemente del neoclasicismo y del filosofismo, en un segundo plano, se desenvuelven dos tendencias en este siglo: la primera está representada por las comedias ligeras, frívolas, ingeniosas y galantes de Marivaux, que contrastan con la gravedad y seriedad del espíritu filosófico; y la segunda, la más importante, por ser precursora del romanticismo, la llamada “corriente sensible” atraviesa todo el siglo XVIII y está representada por el Abate Prevost, con “Manon Lescaut” (1731) y fundamentalmente con Rousseau, con “La Nueva Heloísa” (1761). Rousseau es el principal precursor del movimiento romántico, pues inaugura, en pleno siglo XVIII, la literatura subjetiva y confesional.

Analizaremos algunos aspectos fundamentales del siglo XVIII francés.

Factores políticos y sociales.- El siglo XVIII presenta la particularidad de que en él no existe una gran figura política en torno a la cual se agrupan las fuerzas espirituales e intelectuales. La realeza, de gran poderío en el siglo anterior en que la personalidad de Luis XIV centralizaba en torno de sí toda la vida de la nación, está completamente debilitada. La autoridad política del res es discutida. Cortesano y favoritos triunfan en esta monarquía decadente gracias a la ineptitud del rey Luis XV. El rey pierde la dirección de los espíritus. El centro intelectual no es Versalles como durante el reinado anterior, sino París con sus salones y sus cafés.
La nobleza también está en decadencia; abusa de sus privilegios y trata de rodear al monarca y aislarlo de la burguesía en lo cual radica precisamente la mayor fuerza intelectual y económica.
Paralelamente a este proceso de descomposición de las fuerzas que hasta entonces habían sido las dominantes, se produce, como ya hemos señalado, el fenómeno del crecimiento de la importancia de la burguesía. Aunque puede decirse que los burgueses gozaban ya de cierto prestigio y ascendencia antes de este período, en el siglo XVIII dicha clase social pasa al primer plano, a constituir lo más relevante de la vida nacional. Voltaire, la figura de mayor importancia del período es un acaudalado burgués.

La soberanía de la razón.- El movimiento y la transformación ideológica son apreciables en este siglo. Se produce una verdadera revolución en la manera de pensar, y, por una exageración del principio de la soberanía de la razón heredado del siglo anterior, se afirma ilimitadamente el derecho al examen y a la crítica de todas las concepciones existentes. Se ataca a la organización social y a las instituciones políticas, sintiéndose los espíritus poseídos por un ansia de renovación tal que hasta el principio de la autoridad del monarca, tan respetado cuando Luis XIV, entra ahora en crisis. La debilidad de las instituciones y, sobre todo, la descomposición de las clases dominantes, hizo posible este ataque llevado a cabo por la intelectualidad de la época en nombre de la razón, de la creencia en la bondad natural del hombre y en la perfectibilidad indefinida del espíritu humano.

Irreligiosidad.- La literatura de este siglo es esencialmente irreligiosa.
Esta irreligiosidad es consecuencia del dogma de la soberanía de la razón. En el siglo anterior, la razón encontraba un límite en la fe, pero ahora la fe se ha debilitado debido, entre otras causas, a las disputas entre jansenistas y católicos. Paralelamente a este debilitamiento de la fe se opera un fortalecimiento de la razón, a través del cartesianismo, cobrando tal autoridad el razonamiento lógico que era esgrimido como argumento decisivo aún en las disputas teológicas a que hemos hecho referencia.
No se niega la existencia de la Providencia como principio ordenador del universo y hasta se llega a admitir un teísmo vago e indefinido, pero se ataca a la Iglesia como institución y se trata de sustituir la moral de base cristiana, por una moral laica asentada fundamentalmente en el postulado de que el hombre es natural y esencialmente bueno.
Se sustituyen los dogmas religiosos por los dogmas filosóficos y científicos: la idea de progreso, la perfectibilidad indefinida del hombre.

Concepción filosófica.- La concepción filosófica del siglo XVIII es al mismo tiempo individualista, sociológica y universalista.
Es individualista en el sentido de que afirma la existencia de los derechos del hombre, derechos naturales, anteriores y superiores a la sociedad. Como consecuencia de ese individualismo, el hombre aparece en pugna con las instituciones y con la organización social, contrariamente a lo que sucedía en el siglo anterior, en el cual el individuo ocupaba un sitio determinado en la sociedad.
Es asimismo una literatura sociológica, en el sentido de que se preocupa fundamentalmente de la reforma de la sociedad y no del individuo en su aspecto moral, como en el período anterior. Partiendo de la idea de bondad natural del hombre, se llega como  conclusión a la necesidad de la reestructuración del elemento social, ya que el elemento humano, de suyo, no tiene necesidad de esta reforma.
Se creía que esta reforma debía partir de la legislación, es decir de las normas que rigen la vinculación entre los diversos individuos, y no del hombre mismo, por ser éste naturalmente bueno.
Se prescinde de la psicología; no se estudia al hombre como ser moral, sino en sus relaciones con los demás integrantes del cuerpo social, sin tener en cuenta las diferencias existentes entre unos y otros. Se concibe un tipo de hombre abstracto y sobre él se trabaja, dejando de lado las características diferenciales que separan entre sí a los individuos, tales como el temperamento, la raza, el momento histórico, etc.
En general podemos decir pues, que la filosofía del siglo XVIII se caracteriza por el abuso de la abstracción y la generalización, sólo se tiene en cuenta lo que existe de común en el hombre como un tipo uniforme, impermeable a las circunstancias de tiempo y de ubicación geográfica. Como dice Lanson: “En moral, en religión, en política, el siglo XVIII legisla para el hombre en sí, para ese vago residuo que se obtiene suprimiendo todas las  diferencias que se perciben entre el francés, el inglés, el chino, etc… y que no corresponde, en resumidas cuentas, a ningún hombre real”.  Como consecuencia decaen los géneros literarios psicológicos tales como la comedia, la tragedia y la oratoria sagrada, y la producción artística de este siglo lleva impreso un carácter cosmopolita.
Los problemas planteados por los filósofos de esta época están referidos, como vimos, a un tipo de hombre abstracto, y son, por ende, de proyección universal, pudiendo aplicarse sus soluciones a todo el mundo, ya que los dictados de la razón tienen vigencia universal.-

                                          LITERATURA DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX.- HONTANAR
                        APUNTES DE LITERATURA, PÁGINAS 7-12,   ED. MOSCA HNOS, 1971.-

domingo, 19 de marzo de 2017

6to año. ILUSTRACIÓN Y STURM UND DRANG.

ILUSTRACIÓN Y “ STURM UND DRANG”.-

Durante la primera mitad del SXVIII dominó en Europa, principalmente en Francia, una actitud filosófica y vital que se conoce con el nombre de Ilustración. La Ilustración buscaba liberar al hombre del peso de la tradición religiosa. Asimismo, concedía a la razón humana un predominio absoluto sobre las demás facultades del espíritu. Este imperio de la razón va a estar en pugna, sin duda, con las estructuras religiosas y, fundamentalmente con el cristianismo. La Ilustración confiaba en el progreso indefinido de la ciencia; creía que los errores, los defectos, los males, en suma, podían ser subsanados aplicando la razón a todas las situaciones de la vida. Y prometía un futuro de felicidad y de bienestar en el cual la humanidad sería plenamente libre, apta para gozar de las conquistas de la razón.
Pero esta concepción es tan solo una visión parcial del hombre. Todos los elementos irracionales del ser humano- sentimientos, pasiones, impulsos religiosos- habían sido rechazados metódica y categóricamente. No podía esperarse, entonces, sino un movimiento contrario, de reacción, cuyo objetivo fuese una imagen completa del hombre, en la cual se restableciesen , en su dignidad, los elementos irracionales del alma. Esta reacción – verdadero humanismo moderno, según Lichtenberger- se desenvolvió en toda Europa.
Son dos los movimientos más importantes que se opusieron a la Ilustración, ambos de caracterización precisa:
a) el “STURM UND DRANG”;
b) la obra y la influencia de JUAN JACOBO ROUSSEAU.

  • STURM UND DRANG
Esta expresión alemana sgnifica “tormenta y pasión” y fue tomada de un título de un drama de Klinger ( 1752-1831) estrenado hacia 1770 y usado para designar a esta generación de escritores entre los que se encuentra Goethe. Este movimiento se localiza concretamente en Alemania y se presenta como una reacción contra el excesivo racionalismo de la Ilustración, cuyo triunfo en este país era obra del Emperador Federico el grande, conquistado por el espíritu francés al igual que otros monarcas europeos. El “Sturm und drang”será, por lo tanto y además, un movimiento nacionalista, de retorno al viejo fondo cultural germano. Como movimiento literario, preparó el primer período de esplendor de las letras alemanas, a la vez que encerraba un propósito renovador y vivificador tanto de la cultura como de la vida, exaltando estos aspectos:
a) la naturaleza ( entendida como organismo viviente);
b) el sentimiento;
c) la libertad creadora;
d) el genio.
Uno de los poetas más representativos del “Sturm und drang” fue Klopstock (1724-1803), verdadero maestro de la generación de lossturmr. Es autor de un extenso poema, “La Mesíada”, epopeya en veinte cantos, cuyo asunto ha sido tomado del Nuevo Testamento, que influyó tanto en las letras como en la vida y en las lecturas de su tiempo. Su poesía fue más nacional que clásica, más original que imitadora, y profundamente cargada de emociones. Para apreciarlo, recordemos la carta del 16 de junio, en la primera parte de “Werther”, donde hay una evocación a Klopstock al que Werther llama “noble poeta”. El alumno deberá estudiar cuidadosamente el final de esa carta para apreciar el efecto que causaba la poesía de Klopstock en la sensibilidad de esta generación de jóvenes.
  • JUAN JACOBO ROUSSEAU
El escritor ginebrino ejerció gran influencia en la cultura e la segunda mitad del siglo XVIII. Fue uno de los precursores del Romanticismo y sus ideas pueden resumirse en los siguientes puntos:
  1. sentimiento de la naturaleza;
  2. reivindicación de la interioridad humana;
  3. revaloración del lenguaje y de las pasiones;
  4. espiritualidad y semicristianismo;
  5. importancia de la libertad y del derecho natural;
  6. condena de la vida artificial y del derecho natural.
La influencia de Rousseau fue considerable e Alemania, como en toda Europa y puede notarse claramente e Werther, especialmente en la primera parte, en lo que tiene que ver con la actitud del héroe hacia la soledad y la naturaleza. Ella, junto con la del “Sturm und drang” es apreciable en esta novela.-






5to. año EL HÉROE EN LA LITERATURA ( APUNTES).-

EL HÉROE EN LA LITERATURA.-
CONCEPTO
R.A.E., 1.- (de heros), entre los antiguos paganos, el nacido de dios o diosa y de una persona humana, por lo cual más que un hombre, menos que un dios. Ej : Hércules, Aquiles.
2.- Varón ilustre y famoso por sus hazañas.-
3.- El que lleva a cabo una acción heroica.-
4.- Personaje principal de toda obra literaria.
5.- Cualquiera de los personajes de carácter elevado de una epopeya.-
Diccionario AKAL de términos literarios: personaje principal de una novela o de obra teatral independientemente de que posea todos los atributos o cualidades ( Aquiles) o que carezca por completo de ellos (Lázaro de Tormes).-
ANTIHÉROE: protagonista que carece de las cualidades que se le otorgan al héroe ( nobleza, hermosura, juventud, poder…)
Lázaro de Tormes es un héroe por ser protagonista de una obra literaria, y un antihéroe por carecer de las cualidades típicas del héroe.-
EL MITO DEL HÉROE. (estructura básica)
  • Realiza un viaje
  • Es sometido a una serie de pruebas
  • Se producirá en él una transformación profunda
SOCIEDAD:
  • Factor determinante en las características del héroe
  • Cada tiempo construye su propia imagen de héroe
EL VIAJE REPRESENTA DIFICULTADES ( QUE DISTINGUIRÁN AL HÉROE DEL HOMBRE COMÚN), DE CADA TIEMPO Y ESPACIO.
COMO SI SE ESTUVIERA OBSERVANDO A TRAVÉS DE UN LENTE DE AUMENTO, EL HÉROE Y SUS HAZAÑAS SON UNA AMPLIACIÓN, UNA METÁFORA HIPERBÓLICA DEL HOMBRE Y SU TRAYECTORIA VITAL.
EL RECORRIDO ES UNA EXPOSICIÓN FÍSICA Y ESPIRITUAL A SITUACIONES NUEVAS QUE LE EXIGEN EL DESARROLLO DE NUEVAS FUERZAS Y TALENTOS.
LA SUPERACIÓN DE LAS PRUEBAS, LO CONVIERTE EN UNA PERSONA DISTINTA DE LA QUE ERA.
LOS HÉROES REFLEJAN SIEMPRE LOS IDEALES DE LA SOCIEDAD DE SU ÉPOCA. POR TAL NO EXISTE UN ÚNICO TIPO DE HÉROE. SIN EMBARGO JAMÁS PASA INADVERTIDO, SE DESTACA EN LA COMUNIDAD.

HÉROE
  • CLÁSICO-TRÁGICO
  • MEDIEVAL
  • ANTIHÉROE
  • BARROCO
  • ROMÁNTICO
  • SIGLO XX
  • POST- MODERNO

martes, 14 de marzo de 2017

6to. año, Unidad introductoria: del Racionalismo al Sturm un drang

Estimados alumnos:
                                  para entender mejor la unidad introductoria, recomiendo mirar atentamente dos videos que aparecen a continuación.
Ellos son Pensamiento de la Ilustración y Filosofía de la Ilustración. Es un valioso material que les permitirá participar luego en clase.
Deseo les sea útil.
Silvana

5to año ¿Por qué leer los clásicos? Ítalo Calvino



¿ Por qué leer los clásicos ?
Empecemos proponiendo algunas definiciones.
1.
 Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir 
:
«Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo...».
Es lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone «de vastas lecturas»; no vale para la juventud, edad en la que el encuentro con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale exactamente como primer encuentro. El prefijo iterativo delante del verbo «leer» puede ser una pequeña hipocresía de todos los que se avergüenzan de admitir que no han leído un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas que puedan ser las lecturas «de formación» de un individuo, siempre queda un número enorme de obras fundamentales que uno no ha leído. Quien haya leído todo Herodoto y todo Tucídides que levante la mano. ¿Y Saint-Simon? ¿Y el cardenal de Retz? Pero los grandes ciclos novelescos del siglo XIX son también más nombrados que leídos. En Francia se empieza a leer a Balzac en la escuela, y por la cantidad de ediciones en circulación se diría que se sigue leyendo después, pero en Italia, si se hiciera un sondeo, me temo que Balzac ocuparía los últimos lugares. Los apasionados de Dickens en Italia son una minoría reducida de personas que cuando se encuentran empiezan enseguida a recordar personajes y episodios como si se tratara de gentes conocidas. Hace unos años Michel Butor, que enseñaba en Estados Unidos, cansado de que le preguntaran por Emile Zola, a quien nunca había leído, se decidió a leer todo el ciclo de los Rougon-Macquart. Descubrió que era completamente diferente de lo que creía: una fabulosa genealogía mitológica y cosmogónica que describió en un hermosísimo ensayo.
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Esto para decir que leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente (pero no se puede decir que sea mayor o menor) que el de haberlo leído en la juventud. La juventud comunica a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un sabor particular y una particular importancia, mientras que en la madurez se aprecian (deberían apreciarse) muchos detalles, niveles y significados más. Podemos intentar ahora esta otra definición:
2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por  primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.
En realidad, las lecturas de juventud pueden ser poco provechosas por impaciencia, distracción, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia de la vida. Pueden ser (tal vez al mismo tiempo) formativas en el sentido de que dan una forma a la experiencia futura, proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación, esquemas de clasificación, escalas de valores, paradigmas de belleza: cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la juventud poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura, sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado. Hay en la obra una fuerza especial que consigue hacerse olvidar como tal, pero que deja su simiente. La definición que podemos dar será entonces:
3.
 Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.
Por eso en la vida adulta debería haber un tiempo dedicado a repetir las lecturas más importantes de la juventud. Si los libros siguen siendo los mismos (aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva histórica que se ha transformado), sin duda nosotros hemos cambiado y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo .Por lo tanto, que se use el verbo «leer» o el verbo «releer» no tiene mucha importancia. En realidad podríamos decir:
4.
Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.
5.
Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
La definición 4 puede considerarse corolario de ésta:
6.
Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
Mientras que la definición 5 remite a una formulación más explicativa, como:
7.
 Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).
Esto vale tanto para los clásicos antiguos como para los modernos. Si leo la Odisea leo el texto de Homero, pero no puedo olvidar todo lo que las aventuras de Ulises han llegado a significar a través de los siglos, y no puedo dejar de preguntarme si esos significados estaban implícitos en el texto o si son incrustaciones o deformaciones o dilataciones. Leyendo a Kafka no puedo menos que comprobar o rechazar la legitimidad del adjetivo «kafkiano» que escuchamos cada cuarto de hora aplicado a tuertas o a derechas. Si leo Padres e hijos de Turguéniev o  Demonios de Dostoyevski, no puedo menos que pensar cómo esos personajes han seguido reencarnándose hasta nuestros días. La lectura de un clásico debe depararnos cierta sorpresa en relación con la imagen que de él teníamos. Por eso nunca se recomendará bastante la lectura directa de los textos originales evitando en lo posible bibliografía crítica, comentarios, interpretaciones. La escuela y la universidad deberían servir para hacernos entender que ningún libro que hable de un libro dice más que el libro en cuestión; en cambio hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Por una inversión de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él .Podemos concluir que:

8.
Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.
El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con él de una manera especial). Y ésta es también una sorpresa queda mucha satisfacción, como la da siempre el descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia. De todo esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente
9.
 Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
 Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto número de clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después «tus» clásicos. La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección; perolas elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela. Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará a ser tu libro. Conozco a un excelente historiador del arte, hombre de vastísimas lecturas, que entre todos los libros ha concentrado su predilección más honda en Las aventuras de Pickwick, con cualquier pretexto cita frases del libro de Dickens, y cada hecho de la vida lo asocia con episodios pickwickianos. Poco a poco él mismo, el universo, la verdadera filosofía han adoptado la forma de Las aventuras de Pickwick  en una identificación absoluta. Llegamos por este camino a una idea de clásico muy alta y exigente:
10.
 Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
Con esta definición nos acercamos a la idea del libro total, como lo soñaba Mallarmé. Pero un clásico puede establecer una relación igualmente fuerte de oposición, de antítesis. Todo lo que Jean-Jacques Rousseau piensa y hace me interesa mucho, pero todo me inspira un deseo incoercible de contradecirlo, de criticarlo, de discutir con él. Incide en ello una antipatía personal en el plano temperamental, pero en ese sentido me bastaría con no leerlo, y en cambio no puedo menos que considerarlo entre mis autores. Diré por tanto:
11.
Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
Creo que no necesito justificarme si empleo el término «clásico» sin hacer distingos de antigüedad, de estilo, de autoridad. Lo que para mí distingue al clásico es tal vez sólo un efecto de resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad cultural. Podríamos decir:
12.
Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce enseguida su lugar en la genealogía.
Al llegar a este punto no puedo seguir aplazando el problema decisivo que es el de cómo relacionar la lectura de los clásicos con todas las otras lecturas que no son de clásicos.

lunes, 13 de marzo de 2017

5to y 6to Mario Vargas Llosa: El viaje a la ficción


Ya estuvimos conversando a propósito de la frase de Jorge Luis Borges: "la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido". Los invito ahora a mirar y escuchar este video de otro grande de la literatura latinoamericana:








Anota en tu cuaderno vínculos que encuentres entre lo que dice Vargas LLosa y lo conversado en clase a propósito de la cita de Borges.


jueves, 9 de marzo de 2017