miércoles, 17 de abril de 2013

6to, "El cuervo" y otros poemas de Edgar Allan Poe


EL CUERVO  de Edgar Allan Poe.-
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN4It5MPiQVCLD1aOda9roMwOaktQ9w5OELYZSCJzGWDnYutXA6Bfe8vS_INkiy6lkaEa-LPUuMKR9XxOnc7r0rs145ls_vE_sL3mnVhHXA8w8F-0ycbpRwXvBxdqseGQIWs_4CmtUBOth/s1600/el+cuervo+7.jpg (   Traducción de Carlos Obligado)                                                          

Cierta vez que promediaba triste noche, yo evocaba,
fatigado, en viejos libros, las leyendas de otra edad.
Ya  dejaba, dormitando; cuando  allá, con toque blando,
con un roce incierto, débil, a mi puerta oí llamar.
“_ A mi puerta un visitante- murmuré- siento llamar;
                        Eso es todo, y nada más.”


¡Ah, es fatal que lo remembre! Fue en un tétrico diciembre;
rojo espectro enviaba al suelo cada brasa del hogar.
Yo leyendo,  combatía mi mortal melancolía
por la virgen clara y única que ya en vano he de nombrar;
la que se oye “Leonora” por los ángeles nombrar.
                         Ah! Por ellos, nada más!


Y al rumor vago, afelpado, del púrpureo cortinado,
de fantásticos errores sentí el alma rebosar.
Mas,  mi angustia reprimiendo, confortéme repitiendo:
“_Es sin duda un visitante quien llamando busca entrar,
un tardío visitante que a mi cuarto busca entrar:
                         Eso es todo y nada más”.


Vuelto en mí, no más vacilo; y en voz alta, ya tranquilo:
“_ Caballero- dije – o dama, mi retardo perdonad;
pero, de hecho, dormitaba; y a mi puerta se llamaba
con tan fino miramiento, noble y tímido a la par,
que aun dudaba  si era un golpe”. Dije; abrí  de par en par:
                  sombras fuera, y nada más.


Largo tiempo, ante la sombra, duda el ánima,  y se asombra,
y medita y sueña sueños que jamás osó  un  mortal.
Todo calla,  taciturno; todo abísmase, nocturno.
Pude allí quizás un nombre: “Leonora”, murmurar,
y, en retorno, supo el eco : “Leonora” murmurar;
                    Esto solo y nada más.


A mi cuarto volví luego. Mas, el alma toda en fuego.
Sentí un golpe, ya más fuerte, batir claro el ventanal.
“ _De seguro, de seguro- dije- hay algo, allí en lo oscuro,
que ha tocado mi persiana. Y el enigma aclara ya._
Corazón, quieto un instante! Y el enigma aclara ya._
                    Es el viento, y nada más.”


Dejo franco los batientes,- y, batiendo alas crujientes,
entra un cuervo majestuoso de la sacra, antigua edad.
Ni aun de paso me saluda, ni detiénese, ni duda;
pero a un busto que en lo alto de mi puerta, fijo está,
sobre aquel busto de Palas que en mi puerta fijo está,
                        va, y se posa, y nada más.


Frente al ave, calva y negra, mi triste ánimo se alegra,
sonreído entre su porte, su decoro y gravedad.
_ “ No eres –dije- algún menguado, Cuervo antiguo que has dejado
las riberas de la Noche, fantasmal y señorial!
En plutónicas riberas, ¿cuál tu nombre señorial?”
                   Dijo el Cuervo: “_ Nunca más”.


Me admiró por cierto,  mucho, que así hablara el avechucho.
No era aguda la respuesta, ni el sentido muy cabal.
Pero en fin, pensar es llano  que jamás viviente humano
vio, por gracia, a bestia o pájaro, quieto allá en el cabezal
De su puerta, sobre un busto que adornara el cabezal,
                    Con tal nombre: “ Nunca más”.


Pero, inmóvil sobre el busto venerable, el Cuervo adusto
supo solo en esa frase, su alma oscura derramar.
Y no dijo más,  en suma, ni movió una sola pluma
y yo, al fin: “_ Cual muchos otros, tú también me dejarás.
Perdí amigos y esperanzas: tú también me dejarás.”
                        Dijo el Cuervo : “Nunca más”.


Conturbado al oír esta cabalísima respuesta:
“Aprendió –pensé- las sílabas que repite sin cesar,
de algún amo miserable que el Desastre inexorable
persiguió ya tanto, tanto,  que por trino funeral
por reponso a sus ensueños, su estribillo funeral
                           era: “_ Nunca, nunca más.”


Y, del Cuervo reverendo, mi tristeza aun sonriendo,
ante puerta y busco  y pájaro rodé luego mi sitial;
y al amor de terciopelo, fue enlazando mi desvelo
mil ficciones , indagando qué buscaba, inmemorial.
Aquel flaco, torpe, lúgubre, rancio cuervo inmemorial
                           con su eterno “ Nunca más”.


Mudo ahora, esto inquiría; mudo ante él, porque sentía
que hasta lo íntimo del pecho me abrasaba su mirar:
esto y más fui meditando, reposándome en lo blando
del cojín violeta oscuro que ya nunca oprimirás._
El cojín – junto a mi lámpara- que ya nunca oprimirás.
                            Oh Leonora: nunca más!


Y ensoñé que en el ambiente columpiaban dulcemente,
emisarios invisibles, incensario, inmaterial.
Y exclamé: “ _ Triste alma mía: por sus ángeles te envía
El Señor, tregua _ y nepente con que al fin olvidarás!”
                          Dijo el Cuervo : “ _ Nunca más.”


“_ ¡ Ya te enviara aquí el Maldito, ya, indomable aunque proscrito_
Oh profeta o ave o diablo – dije,- Espíritu del mal_
A este páramo embrujado y a este hogar de horror colmado
te empujara la tormenta: dime, oh, dime con verdad:
en Galaad, ¿existe un bálsamo?... ¡Dime! Imploro la verdad”
                             Dijo el Cuervo “ _ Nunca más.”


“_ Por el Cielo que miramos, por el Dios en que adoramos,
oh profeta, ave o demonio, -dije,- Espíritu del mal:
dí si esta alma dolorida podrá nunca, en otra vida,
abrazar a la áurea virgen que aquí en vano  ha de nombrar.
La que se oye “Leonora” por los ángeles nombrar!”
                               Dijo el Cuervo: “_Nunca más.”


“_ ¡ Partirás, pues has mentido, o ave o diablo!” clamé erguido.
“¡Ve a tu Noche plutoniana! ¡Goza allí la Tempestad!
¡Ni una pluma aquí, sombría, me recuerde tu falsía!
¡Abandona ya ese busto! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! ¡Deja mi alma en soledad!”
                                 Dijo el Cuervo: “_ Nunca más.”


Y aun el Cuervo, inmóvil, calla: quieto se halla, mudo se halla
en tu busto, oh Palas pálida que en mi puerta fija estás;
y en sus ojos, torvo abismo, sueña, sueña el Diablo mismo.
y mi lumbre arroja al suelo su ancha sombra pertinaz.
Y mi alma, de esa sombra que allí tiembla pertinaz.
                             No ha de alzarse, ¡nunca más!


El día más feliz
El día más feliz, la hora más dichosa, los ha
conocido mi corazón agotado y marchito; pero
siento que ha desaparecido ya mi más alta esperanza
de orgullo y de poderío.

¿He dicho de poderío? Sí. Pero desde hace
largo tiempo, ¡ay de mí! se han desvanecido
los bellos ensueños de la juventud; han pasado
ya: dejémoslos que se desvanezcan!

Y tú, orgullo, ¿qué haré de ti ahora? Otra
frente puede bien heredar el veneno que me
has dado. Que por lo menos mi espíritu permanezca
tranquilo.

El día más hermoso, la hora más feliz que mis
ojos hayan visto y hayan podido ver jamás,
mi más brillante mirada de orgullo y de poderío,
todo eso ha existido pero ya no existe; yo
lo siento.

Y si esa esperanza de orgullo y de poderío
me fuera ofrecida ahora acompañada de un
dolor semejante al que experimento, no quisiera
revivir esa hora brillante.

Porque bajo su ala llevaba una oscura
mezcla y mientras volaba, dejaba caer una
esencia todopoderosa para consumir un alma que
tan bien la conocía.

Soneto a la ciencia
¡Ciencia, verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?

¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?