martes, 26 de abril de 2016

6TO. UNIDAD 1: siglo XIX; ROMANTICISMO. Poemas de Poe, Baudelaire, Leopardi.

El cuervo"  de Edgar Allan Poe


EL CUERVO  de Edgar Allan Poe.-
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN4It5MPiQVCLD1aOda9roMwOaktQ9w5OELYZSCJzGWDnYutXA6Bfe8vS_INkiy6lkaEa-LPUuMKR9XxOnc7r0rs145ls_vE_sL3mnVhHXA8w8F-0ycbpRwXvBxdqseGQIWs_4CmtUBOth/s1600/el+cuervo+7.jpg (   Traducción de Carlos Obligado)                                                          

Cierta vez que promediaba triste noche, yo evocaba,
fatigado, en viejos libros, las leyendas de otra edad.
Ya  dejaba, dormitando; cuando  allá, con toque blando,
con un roce incierto, débil, a mi puerta oí llamar.
“_ A mi puerta un visitante- murmuré- siento llamar;
                        Eso es todo, y nada más.”


¡Ah, es fatal que lo remembre! Fue en un tétrico diciembre;
rojo espectro enviaba al suelo cada brasa del hogar.
Yo leyendo,  combatía mi mortal melancolía
por la virgen clara y única que ya en vano he de nombrar;
la que se oye “Leonora” por los ángeles nombrar.
                         Ah! Por ellos, nada más!


Y al rumor vago, afelpado, del púrpureo cortinado,
de fantásticos errores sentí el alma rebosar.
Mas,  mi angustia reprimiendo, confortéme repitiendo:
“_Es sin duda un visitante quien llamando busca entrar,
un tardío visitante que a mi cuarto busca entrar:
                         Eso es todo y nada más”.


Vuelto en mí, no más vacilo; y en voz alta, ya tranquilo:
“_ Caballero- dije – o dama, mi retardo perdonad;
pero, de hecho, dormitaba; y a mi puerta se llamaba
con tan fino miramiento, noble y tímido a la par,
que aun dudaba  si era un golpe”. Dije; abrí  de par en par:
                  sombras fuera, y nada más.


Largo tiempo, ante la sombra, duda el ánima,  y se asombra,
y medita y sueña sueños que jamás osó  un  mortal.
Todo calla,  taciturno; todo abísmase, nocturno.
Pude allí quizás un nombre: “Leonora”, murmurar,
y, en retorno, supo el eco : “Leonora” murmurar;
                    Esto solo y nada más.


A mi cuarto volví luego. Mas, el alma toda en fuego.
Sentí un golpe, ya más fuerte, batir claro el ventanal.
“ _De seguro, de seguro- dije- hay algo, allí en lo oscuro,
que ha tocado mi persiana. Y el enigma aclara ya._
Corazón, quieto un instante! Y el enigma aclara ya._
                    Es el viento, y nada más.”


Dejo franco los batientes,- y, batiendo alas crujientes,
entra un cuervo majestuoso de la sacra, antigua edad.
Ni aun de paso me saluda, ni detiénese, ni duda;
pero a un busto que en lo alto de mi puerta, fijo está,
sobre aquel busto de Palas que en mi puerta fijo está,
                        va, y se posa, y nada más.


Frente al ave, calva y negra, mi triste ánimo se alegra,
sonreído entre su porte, su decoro y gravedad.
_ “ No eres –dije- algún menguado, Cuervo antiguo que has dejado
las riberas de la Noche, fantasmal y señorial!
En plutónicas riberas, ¿cuál tu nombre señorial?”
                   Dijo el Cuervo: “_ Nunca más”.


Me admiró por cierto,  mucho, que así hablara el avechucho.
No era aguda la respuesta, ni el sentido muy cabal.
Pero en fin, pensar es llano  que jamás viviente humano
vio, por gracia, a bestia o pájaro, quieto allá en el cabezal
De su puerta, sobre un busto que adornara el cabezal,
                    Con tal nombre: “ Nunca más”.


Pero, inmóvil sobre el busto venerable, el Cuervo adusto
supo solo en esa frase, su alma oscura derramar.
Y no dijo más,  en suma, ni movió una sola pluma
y yo, al fin: “_ Cual muchos otros, tú también me dejarás.
Perdí amigos y esperanzas: tú también me dejarás.”
                        Dijo el Cuervo : “Nunca más”.


Conturbado al oír esta cabalísima respuesta:
“Aprendió –pensé- las sílabas que repite sin cesar,
de algún amo miserable que el Desastre inexorable
persiguió ya tanto, tanto,  que por trino funeral
por reponso a sus ensueños, su estribillo funeral
                           era: “_ Nunca, nunca más.”


Y, del Cuervo reverendo, mi tristeza aun sonriendo,
ante puerta y busco  y pájaro rodé luego mi sitial;
y al amor de terciopelo, fue enlazando mi desvelo
mil ficciones , indagando qué buscaba, inmemorial.
Aquel flaco, torpe, lúgubre, rancio cuervo inmemorial
                           con su eterno “ Nunca más”.


Mudo ahora, esto inquiría; mudo ante él, porque sentía
que hasta lo íntimo del pecho me abrasaba su mirar:
esto y más fui meditando, reposándome en lo blando
del cojín violeta oscuro que ya nunca oprimirás._
El cojín – junto a mi lámpara- que ya nunca oprimirás.
                            Oh Leonora: nunca más!


Y ensoñé que en el ambiente columpiaban dulcemente,
emisarios invisibles, incensario, inmaterial.
Y exclamé: “ _ Triste alma mía: por sus ángeles te envía
El Señor, tregua _ y nepente con que al fin olvidarás!”
                          Dijo el Cuervo : “ _ Nunca más.”


“_ ¡ Ya te enviara aquí el Maldito, ya, indomable aunque proscrito_
Oh profeta o ave o diablo – dije,- Espíritu del mal_
A este páramo embrujado y a este hogar de horror colmado
te empujara la tormenta: dime, oh, dime con verdad:
en Galaad, ¿existe un bálsamo?... ¡Dime! Imploro la verdad”
                             Dijo el Cuervo “ _ Nunca más.”


“_ Por el Cielo que miramos, por el Dios en que adoramos,
oh profeta, ave o demonio, -dije,- Espíritu del mal:
dí si esta alma dolorida podrá nunca, en otra vida,
abrazar a la áurea virgen que aquí en vano  ha de nombrar.
La que se oye “Leonora” por los ángeles nombrar!”
                               Dijo el Cuervo: “_Nunca más.”


“_ ¡ Partirás, pues has mentido, o ave o diablo!” clamé erguido.
“¡Ve a tu Noche plutoniana! ¡Goza allí la Tempestad!
¡Ni una pluma aquí, sombría, me recuerde tu falsía!
¡Abandona ya ese busto! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! ¡Deja mi alma en soledad!”
                                 Dijo el Cuervo: “_ Nunca más.”


Y aun el Cuervo, inmóvil, calla: quieto se halla, mudo se halla
en tu busto, oh Palas pálida que en mi puerta fija estás;
y en sus ojos, torvo abismo, sueña, sueña el Diablo mismo.
y mi lumbre arroja al suelo su ancha sombra pertinaz.
Y mi alma, de esa sombra que allí tiembla pertinaz.
                             No ha de alzarse, ¡nunca más!


CHARLES BAUDELAIRE.                                              
“EL ALBATROS”

Por divertirse, a veces, la gente marinera,
atrapa los albatros, grandes aves del mar,
que siguen, indolentes compañeros de viaje,
al navío que surca los amargos abismos.

Cuando apenas han sido dejados en cubierta,
los reyes del azur, torpes y vergonzosos,
sus grandes alas blancas tristemente abandonan
semejantes a remos, cayendo a sus costados.

¡Qué torpe y débil es el alado viajero!
Él, antes tan hermoso, cuán cómico y cuán feo!
Uno el pico le quema acercando una pipa,
otro rengueando imita, al cojo que volaba!

El poeta es igual a este rey de las nubes
que habita la tormenta y ríe del arquero;
exiliado en el suelo, en medio de abucheos,
sus alas de gigante le impiden caminar.


GIÁCOMO LEOPARDI.
EL GORRIÓN SOLITARIO
Desde la cima de la antigua torre,
solitario gorrión, hacia los campos
cantando vas hasta que muere el día;
y la armonía corre por el valle.
La primavera en torno
brilla en el aire y en el campo exulta,
tal que al mirarla el alma se enternece.
Escuchas los balidos, los mugidos;
las otras aves juntas, compitiendo
dan alegres mil vueltas por el cielo
libre, y celebran su estación mejor:
tú ajeno y pensativo miras todo;
sin volar, sin amigos,
del juego huyendo y sin cuidar del gozo;
cantas, y así atraviesas
la flor más bella de tu edad y el tiempo.

¡Oh cuánto se parecen
nuestras costumbres! Risas y solaces,
dulce familia de la edad temprana,
ni a ti, amor, de los jóvenes hermano,
suspiro acerbo de provectos días,
busco, no sé por qué; y es más, de ellos
casi a lo lejos huyo;
casi solo, y extraño
a mi lugar natal,
paso de mi vivir la primavera.
Este día que ahora ya anochece,
celebrar se acostumbra en nuestra villa.
Se oye el son de una esquila en el sereno,
se oyen férreos cañones a lo lejos,
atronadores de una aldea en otra.
Toda la juventud
con los trajes de fiesta
deja las casas, corre por las calles;
y mira y es mirada, y su alma ríe.
Yo saliendo a los campos
en soledad por tan remota parte,
todo deleite y juego
para otro tiempo dejo; y al tender
la vista al aire ardiente,
me hiere el sol, que tras lejanos montes
se disipa al caer, como diciendo
que la dichosa juventud desmaya.

Cuando a la noche llegues, solitario,
del vivir que los astros te concedan,
en verdad tu conducta
no llorarás; pues da naturaleza
todos vuestros anhelos.
A mí, si el detestado
umbral de la vejez
evitar no consigo,
cuando mudos mis ojos a otros pechos,
ya ellos vacío el mundo, y el mañana
más tétrico y tedioso que el hoy sea,
¿qué me parecerá de tal deseo?
¿y qué estos años míos? ¿Qué yo mismo?
¡Ay, me arrepentiré, y frecuentemente
hacia atrás miraré, mas sin consuelo!

Giacomo Leopardi (Traducido por Antonio Colinas)

Il passero solitario 
·   
·  
D'in su la vetta della torre antica,
Passero solitario, alla campagna
Cantando vai finchè non more il giorno;
Ed erra l'armonia per questa valle.
Primavera dintorno
Brilla nell'aria, e per li campi esulta,
Sì ch'a mirarla intenerisce il core.
Odi greggi belar, muggire armenti;
Gli altri augelli contenti, a gara insieme
Per lo libero ciel fan mille giri,
Pur festeggiando il lor tempo migliore:
Tu pensoso in disparte il tutto miri;
Non compagni, non voli
Non ti cal d'allegria, schivi gli spassi;
Canti, e così trapassi
Dell'anno e di tua vita il più bel fiore.
Oimè, quanto somiglia
Al tuo costume il mio! Sollazzo e riso,
Della novella età dolce famiglia,
E te german di giovinezza, amore,
Sospiro acerbo de' provetti giorni,
Non curo, io non so come; anzi da loro
Quasi fuggo lontano;
Quasi romito, e strano
Al mio loco natio, 
Passo del viver mio la primavera.
Questo giorno ch'omai cede alla sera,
Festeggiar si costuma al nostro borgo.
Odi per lo sereno un suon di squilla,
Odi spesso un tonar di ferree canne,
Che rimbomba lontan di villa in villa.
Tutta vestita a festa
La gioventù del loco
Lascia le case, e per le vie si spande;
E mira ed è mirata, e in cor s'allegra.
Io solitario in questa
Rimota parte alla campagna uscendo,
Ogni diletto e gioco
Indugio in altro tempo: e intanto il guardo
Steso nell'aria aprica
Mi fere il Sol che tra lontani monti,
Dopo il giorno sereno,
Cadendo si dilegua, e par che dica
Che la beata gioventù vien meno.
Tu, solingo augellin, venuto a sera
Del viver che daranno a te le stelle,
Certo del tuo costume
Non ti dorrai; che di natura è frutto
Ogni vostra vaghezza.
A me, se di vecchiezza
La detestata soglia
Evitar non impetro,
Quando muti questi occhi all'altrui core,
E lor fia vóto il mondo, e il dì futuro
Del dì presente più noioso e tetro,
Che parrà di tal voglia?
Che di quest'anni miei? che di me stesso?
Ahi pentirornmi, e spesso,
Ma sconsolato, volgerommi indietro.