ETAPAS EN LA POESÍA DE PABLO NERUDA
El volumen descomunal de la obra de Pablo Neruda está
estrechamente vinculado con las etapas de su vida. Su obra evoluciona según
crece él mismo con los años, ya que proviene de la acumulación de sus
experiencias personales y sociales, se adapta a las circunstancias vividas, y
expresa sus más hondos sentimientos. Su poesía es un mosaico de ideas y
tendencias porque Neruda siempre estuvo abierto a todas las influencias.
Su amplia producción se divide en cinco etapas o ciclos
(Oviedo, T3; 350, Chang- Rodríguez; 392). Cinco ciclos que abarcan la lírica de
amor, el hermetismo de introspección existencialista, la escritura de
compromiso social y la épica, la poesía no demasiado profunda y la anti poesía
(Garganigo; 430). Éstas son las divisiones según la temática de su obra pero,
como Neruda es un poeta cíclico que pasa por fases que comprenden varios libros
(Oviedo, T3; 350), unos libros representativos de cada ciclo no se pueden
excluir de este trabajo.
El primer
ciclo abarca la publicación de los Veinte poemas de amor y
una canción desesperada (1924)
(Chang-Rodríguez; 392, Oviedo, T3; 350). A los diecinueve años este joven de
provincia se transforma en personaje célebre que lanza un estilo nuevo,
moderno, cargado de erotismo, cambiando el lenguaje del amor en el mundo
hispanoparlante (Garganigo; 430-431). Los rasgos que caracterizan este ciclo
son la línea postmodernista y unos toques de origen vanguardista (Oviedo, T3;
351). Los escritores del postmodernismo vuelven la mirada hacia la vida
interior y revelan un sentimentalismo acentuado porque analizan los
sentimientos pero usando un lenguaje sencillo (Ayuso de Vicente; 306).
El segundo
ciclo abarca la Residencia
en la tierra II (1935).
Esta obra es la síntesis magistral del surrealismo (Cabrales; 175). El
surrealismo exalta el papel de las fuerzas más oscuras de la mente humana y del
subconsciente. Las obras surrealistas reflejan un mundo de inquietudes, plagado
de imágenes fantásticas (Ayuso de Vicente; 364).
La publicación
de Canto General (1950) marca el tercer ciclo en la
evolución poética de Neruda (Chang-Rodríguez; 393). Este es el momento de su
gran poesía social, de su compromiso americano y su intervención en las pugnas
políticas de la época (Oviedo, T3; 366). Es el poema más importante de este
período. Neruda convierte su verso en arma de combate e instrumento de
solidaridad con los demás hombres (Cabrales; 175). Reniega las anteriores
estéticas e inaugura así el nuevo género de la poesía testimonial. A través de
mil páginas organizadas en XV largos cantos recupera la tradición de la poesía
épica para narrar la epopeya de la América prehispánica y su posterior
sometimiento al colonialismo europeo y norteamericano (Cabrales; 175).
El cuarto
ciclo es él de las Odas
Elementales (1954)
que surgen de la profunda convicción de Neruda que los objetos más humildes
constituyen una forma singular de la belleza, la belleza práctica y útil, la
que brota de la vida diaria. En esta etapa Neruda no quiere contar sino hablar
como si la poesía fuese un hecho cotidiano (Oviedo, T3; 373). De ahí que los
calcetines, la alcachofa, el diccionario, la cebolla estén descritas
afectuosamente: para captar las preocupaciones del hombre sencillo y resaltar
el valor de lo aparentemente insignificado (Chang-Rodríguez; 393). En cierta
medida las odas son una respuesta o una alternativa a la consigna de crear
personajes e historias “constructivos” (Oviedo, T3; 373).
El quinto
ciclo de la obra nerudiana lo abre Estravagario (1958), colección donde predominan los
ambientes irreales, la vuelta al pasado y el tono meditativo (Chang-Rodríguez;
393). El poeta brinda la ocasión de hacer la autocrítica y mostrar una benigna
comprensión de sí mismo, con todos sus virtudes y defectos (Oviedo, T3; 374).
Se convierte en “anti poeta” ahora capaz de reírse de sí mismo. Autoirónico y
burlón, satisfecho y melancólico, contempla su propia obra como un objeto
central en ella (Oviedo, T3; 374).
El arte de Neruda, de naturaleza esencialmente
experimental, nunca es premeditado ni permanente. Una vez que perfecciona una
nueva modalidad expresiva, la abandona para desarrollar otra y otra. Siempre
consciente de sus cambios y de los cambios en el mundo en su marcha histórica,
su poesía está sembrada de una serie de “poéticas”, textos que marcan el camino
de su evolución como hombre y como poeta (Garganigo; 432).